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En desuso |
Curiosamente, en el Museo de Nueva York comentan que existen
muy pocas imágenes originales de estos edificios. Al nacer con un rol puramente
funcional, rara vez se les dedicó atención en las revistas de arquitectura o
diseño de la época. Sólo Berenice Abbott los retrató como parte de un trabajo más extenso
(Changing New York). De hecho, si existe un registro es casi por accidente: al Departamento de Hacienda se le ocurrió fotografiar manzana a manzana la ciudad, como
parte de su Tax Photo Collection.
En 1911, uno de estos lofts se incendió. Para evitar robos, se bloquearon las puertas de salida lo que hizo que varios trabajadores acabaran tirándose por la ventana. Murieron 146 personas, muchas de ellas, mujeres. A raíz de esta tragedia surgió uno de los primeros sindicatos importantes, el International Ladies' Garment Workers' Union, que presionó para que se fijaran estándares de seguridad. Con la llegada de los autopistas, el negocio se desplazó a las afueras de la ciudad donde la influencia de los sindicatos era menor. De abastecer al 95% de la demanda americana, este distrito pasó a servir sólo a un 5%. Hoy existe una ONG que lucha por su preservación.
Y es que una de las cosas que me más me ha sorprendido de Nueva York son las campañas anti-/pro-cualquier cosa. Por muy individualistas que parezcan, a la que no están de acuerdo con algo, los yankees ya están recaudando fondos para elimanarlo o salvarlo. Si la High Line es hoy un paseo peatonal, es gracias a los vecinos de Chelsea. Ahora toca la Low Line. Lila y yo fuimos a la inauguración, que se hizo, también, para captar donaciones. Se trata de crear un jardín subterraneo bajo otra línea de metro abandonada, la que conecta con el puente de Williamsburg, instalando en el techo un sofisticado sistema que filtra la luz solar. La primera impresión fue algo asfixiante. A ver qué pasa...
Low Line. Antes |
Después... |
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