He cerrado el verano con el entierro de mi abuela que ya rondaba los cien años. Y pienso: vivir un siglo da para muchos huevos fritos. Nunca supe si nació adicta o fue a raíz de la guerra que empezó a comprarlos a docenas. Mi ignorancia respecto a este asunto, sin duda capital, prueba que nuestra relación nunca fue muy estrecha, aunque ella en sus días buenos llegara a parecerse a Quentin Crisp. (Supongo que les pasa a muchas abuelas).
"Sólo los que aman saben decir tú”-solía decir. Lástima que no se desprendiera nunca de ese tono caritativo que hacía que a más de una nos apeteciera acabar debajo de un puente.
Desde que me despierto nadando y leo algún que otro ensayo, mi
vida es otra pero no me he echado a perder del todo. En La zona de Dovlatov di
con una representación teatral que me hizo reír lo suyo y he descubierto que bien
podría irme de copas con Horace Warpole... aunque nos separen 262 años. X lo
demás, he visto mucho cine malo, salvo una película modesta pero muy bien
hecha: Whisky…-la cito pq es muy difícil reflejar lo anodino sin acabar
resultándolo.
Whisky (2004)
Yo, en cambio, tiro x el camino fácil. Me voy tres semanas a Nueva York.
A ver qué cuentan.
2 comentarios:
Descanse en paz Y se la recuerde largamente!
No será la famosa abuela Oliva?
Mi abuela Cecilia que llegó casi a los 100 cenaba cada noche un huevo frito con bien de aceite y bebía de un botijo que tenía fresquito cubierto con una tapa de puntilla bajo su mesa camilla... También tomaba una aspirina casi a diario creo...
Que abuelas!!
Feliz Nueva York!
Hola Tang. Vaya chica, lo siento mucho.
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