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sábado, 14 de abril de 2012

Y por orgullo, cambiar la postal

¡Miren este edificio! Hay quien dice que nació de una venganza...

Esta mañana he leído sobre una familia patricia, los Anchorena que vivían en un palacio situado junto a un parque en la Plaza San Martín de Buenos Aires. Justo al otro lado de parque, la matriarca, una condesa con un apellido kilométrico, impulsó la construcción de la Iglesia del Santísimo Sacramento. Aquella iglesia podía verse desde su palacio y debía ser su futuro sepulcro.
Resulta que uno de los jóvenes Anchorena tuvo un romance con una joven Kavanagh. Los Kavanagh era gente muy adinerada pero sin ningún título nobiliario así que, en las altas esferas, aquella unión no fue bien vista y los amantes no tuvieron otra que separarse.
Tiempo después, la matriarca de apellido kilométrico se marchó a Europa. Al regresar se encontró con que el solar que quedaba frente a su iglesia se había vendido. Lo compró Corina Kavanagh, madre de la joven que fue rechazada por no ser condesa ni nada. Justo en  aquel solar, en apenas 14 meses, se edificó un rascacielos de 33 pisos de hormigón armado. En su momento, fue el edificio más alto de latinoamérica. Corina se reservó el piso 14.

La leyenda dice que lo hizo para vengarse de aquella familia. Entre el palacio y la iglesia metió un rascacielos y les jodió la vista forever! Es más, quedó tan próximo el edificio a la basílica que ahora la única manera de verla es desde un pasaje llamado Corina Kavanagh.




miércoles, 28 de marzo de 2012

Low. Los vi por primera vez en 2001 y ya van seis. En París, Londres y Barcelona. Ayer, en la sala Apolo. Allan estaba muy elegante y Mimi sigue tocando de pie. Me compré sus dos primeros lps que pesan ¡180 gr! Ya sólo me quedan el tercero -The Curtain Hits the Cast, y el último -C'mmon. ¡De aquí a la eternidad (y en la cabecera de esta página)! Para los que empiezan: Soon de The Secret Name, Closer de Things we lost in the fire, Silver Rider de The Great Destroyer

jueves, 12 de enero de 2012

Costumbrismo

El fin de semana pasado fuimos a Calella, Palafrugell y Cadaqués, en honor a Josep Pla.
Hacía un sol de verano. Pandémica y yo nos tumbamos frente al mar, a leer. Ella, Notas del Capvesprol -que es cuando Pla se extingue- y yo, El Quadern Gris, que empieza a sus veintiún años.
Pero a mi tercera página, apareció una viejecilla de aspecto saludable con un cubo lleno de erizos de mar. Se puso justo a nuestro lado, casi pegada. La cala no era grande pero sitio había... y para elegir.

La vieja tenía los ojos claros, pelo corto y piernas delgadas, muy morenas. De pronto, se quitó la ropa y se puso un delatantal con volantes, tan ridículo, que su presencia se me hizo más simpática. Acto seguido, se sentó en el suelo, con las piernas abiertas. Sacó pan y vino. Despejó el terreno con la mano. Fisgó en su mochila.
Dijo como quien piensa en voz alta: "Ara sí que la hem fet bona..." Registró de nuevo sus pertenencias. La mochila. La ropa. Suspiró. "La mare..." (que et va parir)- pensé yo. No me dejaba leer.
Al fin, se giró hacia nosotras:
- ¿Que no tendréis un cuchillo por casualidad? - Nos habló en castellano, con un acento viscoso.
- No- contestó Pandémica.
Y a nuestra espalda, apareció una segunda mujer. Tenía unos cuarenta y pocos.
- ¡Qué recuerdos! De cuando veníamos de camping...
- Necesito un cuchillo- dijo la vieja, ajena a la nostalgia.

La de mediana edad mandó a su marido de vuelta al coche. Como no tenían cuchillo, le ofrecieron un abrebotellas pero, entre trayecto y trayecto, la viejecilla ya se había salido con la suya. Abría sus erizos de mar con una piedra un poco afilada.

Y la del camping: "De estos, ya no quedan...", refiriéndose a su botín. "¿Cuántos hay?"
- Una docena- soltó la vieja, mientras chuperreteaba la cáscara de su tercer erizo. 
De pronto, la de mediana edad culpó a los franceses por no dejar ni un mejillón en la costa.
- Como en su país no pueden... Los cojen muy pequeños ¡y nos han dejado sin nada!
- Oh sí sí, ya lo puede decir- confirmó la vieja, agitando el brazo- Es una lástima.

Y de los mejillones pasamos a Figueres.
- Ya no es lo que era. Los moros... está lleno. Y no se adaptan.
Pandémica y yo las escuchamos porque no teníamos más remedio. Además, la de mediana edad no parecía mala persona. Más bien era hija de su circunstancia.
- No estáis de acuerdo conmigo ¿no? - nos preguntó.
La vieja volvió a picar la cáscarca de otro erizo, muy concentrada, como si lavara ropa en otro siglo.
- Bueno- dijo Pandémica- Figueres ha cambiado mucho. (O algo por estilo)
- Pues a mí los erizos me gustan con salsa- añadió la mediana edad. Quizás para cambiar de tema.
- Nada, nada. Sin salsa. Con pan y vino- soltó la vieja. Y se aplicó el ejemplo.
- Es que saben mucho... Demasiado.

Está claro que para la vieja, eso no era un problema. Lo que me hizo pensar que la de mediana edad debió venir de otro lugar, como los franceses y los moros, porque no es propio de la gente del Empordà hacer camping en la playa ni añadir salsa a lo que ya sabe mar.
Al cabo de un rato, ella y su marido se fueron.

La vieja, por supuesto, ni se molestó en interrumpir o desacelerar su banquete.
En un momento dado y quién sabe si por provocar, Pandémica le preguntó de dónde había sacado unos erizos con tan buen aspecto. La vieja tenía un dealer.
- ¿Así que es de aquí?
- Nací Portbou pero en el 36 me mudé a Cadaqués y me quedé.
La miramos como quien mira a una reliquia.
- ¿Recuerda a Dalí?
- ¡I ara!
- ¿Y qué sabe de Pla?
- Sembla que el vegi encara. Una vez le preguntamos: señor Pla, ¿y cómo es esto de envejecer?... Terrible, ¡un horror!

Pero a ella, se la veía estupenda, atiborrándose a erizos.
No nos ofreció ni medio, la muy antipática.
"Será esquerpa... Y yo que pensé que por vivir la guerra civil uno se volvía más generoso...", le solté a Pandémica.
En muchas ocasiones, Pla mencionó el viento. A saber si es por esto que la gente se vuelve ingobernable y rata... porque aquella mujer no cogía aquellas cáscaras, se agarraba a ellas, como si en cualquier momento se las fuera a quitar la tramuntana.
                 
                                                     


- ... ¿Y los pinchos?
- ¿¿¿Qué pinchos???

jueves, 29 de diciembre de 2011

lunes, 12 de diciembre de 2011

2011...

Un año difícil, así que me apresuro a clausurarlo.
Podría sacarle punta y algún chiste pero me bastará con decir, sin pudor alguno, que este año me he sentido algo más huérfana. Aunque mi padre se saliera con la suya rápido y bien (¡a lo John Wayne!), a la que sí perdí, perdimos todos, fue a Joana. Y no le tocaba.
Así que de este año sólo salvo a Pandémica, tres maravillosos viajes (Suecia, USA y Grecia), una cena en el Velódromo (que ni siquiera sé si es de éste o del anterior), una exposición, mi catarata de mails con Lila -a quien echo escandalosamente en falta-, así como una escueta lista de lecturas... porque, a todo esto, este año he leído poco, pero he leído bien. Nada menos que cuatro obras maestras.
Pantallazo de Skype. "Querida, a veces hay que saber ponerse una patata frita en la nariz y fingir que es un moco".












    LA LISTA:
La estética de la resistencia (inacabado), Peter Weiss
A sangre fría, Truman Capote
Música para camaleones, Truman Capote
Formalismo puro, David Bestué
Nueve cuentos, J. D Salinger
Homenaje a Cataluña, George Orwell
Gente independiente, Halldor Laxness
El regreso de la vieja dama, Friedrich Durenmatt
Cumbres borrascosas, Emily Bronte
La vista desde Castle Rock, Alice Munro
Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión, Michel Foucault
Les vièrges et autres nouvelles, Irene Nemirovsky
La economía no existe, Antonio Baños
Walden (inacabado), Henry Thoreau
Moby Dick, H. Melville                                             
Homenots I, Josep Pla
El gran sueño del paraíso, Sam Shepard
Orange is not the only fruit, Jeanette Winterson
Escritos & Hotel Palenque, Robert Smithson
Teigmouth Electron, Tacita Dean
La tumba del tejedor, O’Kelly
Las olas, Virgina Woolf
Testimonios tangibles, Nora Catelli
Yo y la energía, Nikola Tesla
Doctor Glas, Hjalmar Sodeberg
El maestro Juan Martínez que estaba allí, Manuel Chaves Nogales

Con Clara, en la isla Höo.

 

Pero, entre todos, seguiremos adelante... hacia el 2012 (que como cifra es más bonita).

lunes, 14 de noviembre de 2011

Airas

Hoy una pintora, librera y amiga llamada Elia nos remite a una noticia.
La policía británica detiene a 19 criminales mandádoles una invitación como parte de una falsa campaña de marketing para probar una cerveza nueva. En vez de latas gratis, ¡espositas y al trullo! En La Vanguardia hablan de la Operación Rocky como de una encerrona. Esto no sucede ni en The Wire... pero podría ser un trocito de cuento de César Aira. ¿Cómo habrán llamado a la cerveza-cebo? Se admiten apuestas.
El otro día -osea, ayer- también me pareció vivir otro trocito de sus cuentos o, por lo menos, ésa mi manera de salpimentera lo incómodo.  
Me explico: Estaba en la librería y la gente daba literalmente vueltas. (Sucede que nuestra librería es como una pecera en la que la gente a veces sólo se distrae, roba o entra en calor- sobre todo si llueve).
En pleno tiovivo, una chica bajita y rechoncha con corte esquinete (sin serlo), sexualidad ambigüa y embadurnada de pote me dice ¡Hola! 
Lo suelta desde la puerta... sí, sí la misma puerta cuya cerradura tuvieron que serrar con una radial el mes pasado porque, a mediodía, nos quedamos unos cuantos encerrados. (Qué raro es quedarse encerrada en una tienda. Ya es la segunda vez: me pasó años A, en Virgin con Slash! de Guns n Roses firmando discos y yo mirando en la S de Sting) Sigo.
Pues eso, me grita ¡Hola! a varios metros y yo... atendiendo a otra señorita.
Ella insiste, de cerca: ¡Hola!!!
Le digo: Sí, hola, un momento...
Y ella: Cariño el de Lipovetsky que tienes en la vitrina ¿dónde está?
Le indico que justo detrás suyo (no pasa nada, pasa siempre) y sigo con la otra cliente.
Nos re-interrumpe: Es muy bueno este autor, ¿eh? Es tremendo.
La señorita se va y como la chica me habla tan alto, me da cosa mirarla. Si las palabras pudieran ser empujones, su "tremendo" sería puro hooligan.
Me da dos libros. Se los cobro. 
Dice: A ver si me los leo y así hago algo porque me cuesta mucho levantarme por las mañanas y salir de casa.
Y yo: A ver...
Y ella: Cariño, ¿tú puedes leer en casa?
Sigo cobrando, como si hubiera olvidado cómo se hace. 
Le digo: Es que vivo sola. En casa nadie me molesta.
(Y no lo pilla, claro)
Y ella: Como tomo antidepresivos, cuando leo me quedo frita en seguida.
Y yo: Pues... vete a una biblioteca. En plan "dos y dos son cuatro" y sonriendo.
Le doy el cambio. 

¡Ay cariño! y me hace chocarle las cinco. Sus manos son regordetas- de pingüino- y con las uñas pintadas de un plateado gastado pero sabe que las tiene de ganar porque ahí fuera, a la gente que toma antidepresivos (y lo dice público) no se le puede no chocar las cinco. Sería como cometer un acto de lesa* humanidad. Y como además es cliente, de los que compra libros y no gomas de borrar, lo hago, sí... Le choco las cinco. Y pienso en lo cruel que es ser amable, a veces. 

Vuelve al día siguiente y me dice que se ha equivocado de libro. 
*Nota: Lo de lesa... ¡a que da rabia!

lunes, 24 de octubre de 2011

Desde la semana pasada he cambiado de estatus y he ganado un par de puestos en esta carrera de sacos con cuchara entre los dientes sosteniendo una patata que es la gilipollez humana. Me explico: tengo un coffe-table book. Lo que decora mis horas muertas y entretiene a mis visitas (Alex, where are you?) mientras yo hago otra cosa, es un catálogo sobre Posmodernismo. Sabed que como coffe-table book es una elección sublime. Cuando lo ojeo –y ya es la tercera vez- entro en trance. Siento como si una mole de kryptonita se hubiera estrellado contra el mundo y nos tocara conformarnos con sus trizas porque, de pronto, a los vestidos les salen escalones y se usan columnas para sostener nada y otras cosas por el estilo. Lo modernidad no fue menos bruta con los libros: estoy leyendo un ensayo que me lo explica y es fascinante porque no se sale de la ficción sino que se la mira con letra pequeña.

Mientras tanto, Pandémica me descubre una frase bonita de Agamben: Ya no nos basta con hacer, ahora hay que salvar lo que hacemos...
Nos pega: el viernes nos vamos a Grecia y los basureros en huelga. Espero encontrar esa tienda que me recomienda Jesús, donde Debbie Harry (?) se compró una capa con bombillas (para así hacer juego con mi coffe-table y llevarme el primer premio).


...Qué raro, según este blog, siempre estoy de viaje.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Mi visión del 11 S: Toda planta tiene derecho a un ascensor.

Demolición de Pruitt-Igoe
Se han escrito muchas cosas sobre el 11S: artículos complejos, reportajes sensacionalistas y teorías de la conspiración pero no he leído ninguno que lo relacionara con la vida profesional de su arquitecto, así que lo haré yo.

Tras la Segunda Guerra Mundial, a Minoru Yamasaki le encargaron un gran complejo residencial en Sant Luis (Misuri). La idea era revitalizar urbanísticamente la ciudad construyendo vivienda pública.
El proyecto que él presentó, de clara inspiración Lecorbusiana, se inauguró en 1954. Albergaba 2.870 apartamentos y era uno de los complejos residenciales más grandes de los Estados Unidos. En un principio, la gente de raza negra debía ocupar una zona (Pruitt) y los de raza blanca otra (Igoe), pero con la abolición de la segregación racial, aquel complejo residencial dejó de funcionar como un motor integrador. La comunidad negra empezó a pasar "al otro lado" y muchas personas de raza blanca decidieron abandonar el barrio. Algunos de sus apartamentos fueron tapiados o informalmente ocupados. Eran unos apartamentos extremadamente pequeños. Los ascensores (skip stop), sólo paraban en la primera, cuarta, séptima y décima planta, obligando a los vecinos a utilizar las escaleras. Según dicen: era un intento de descongestionar el uso de este trasto y generar flujos que favorecieran los contactos vecinales. Ya sabéis: saludos, intercambio de cotilleos y viejecitas con bastón que necesitan una mano  con la compra... En cuanto a las plantas bajas fueron equipadas con grandes corredores, lavanderías, salas comunes y conductos de basura.
Sin embargo, los huecos de las escaleras y los corredores atrajeron a asaltadores... Con el tiempo y ante la falta de una política que canalizara mejor las demandas de una clase endémicamente desfavorecida, Pruitt-Igoe se convirtió en un nido de delicuencia. Un fracaso.
A las tres de la tarde del 16 de marzo de 1972 -menos de 20 años después de su construcción- el primero de los 33 gigantescos edificios fue demolido por el gobierno federal. Los otros 32 restantes fueron derruidos en los siguientes dos años. Philip Glass musicó parte de esta historia en ocho minutos.

Pero aquel final no significó el final de Yamasaki. Justo un año después, este arquitecto inauguró el World Trade Center, un complejo financiero con dos torres gemelas de 110 pisos cada una.
Por ello, Yamasaki introdujo en el diseño de las torres una serie de vestíbulos localizados entre los pisos 44 y 78 de cada torre que permitían a los usuarios abordar ascensores más veloces pues se detenían sólo en ciertos pisos, lo que disminuía considerablemente el tiempo en los trayectos entre planta y planta. En suma, entre elevadores exprés y locales, cada torre tenía... ¡99 ascensores!
Con todo, a las ocho y cuarenta y seis de la mañana del 11 de septiembre de 2001 - 28 años después de su construcción- la primera torre recibió un impacto. Poco después todos vimos cómo un avión colisionaba con la segunda. En cuestión de minutos, ambas torres se derrumbaron.

Las WTC justo antes del colapso

Al caer Pruitt-Igoe, el historiador Charles Jenks dijo que aquel día fue el día en que murió la arquitectura moderna. Tras el 11 S, muchos periodistas escribieron que aquel día fue el día que cambió el mundo.

He pensado que estaría bien anotarlo.


sábado, 9 de julio de 2011

Querido blog,

El pelo ya me alcanza para una cola de samurai. Llevo una tirita con estampado de calaveras en el meñique izquierdo y varias picaduras de mosquito. Todo esto para decir que te tengo abandonado. Ahora me he aficionado a escribir cartas al director. También me dirijo a un antiguo profesor, mi nuevo banco y a algún que otro foro en el que de tanto en tanto dejo caer una de mis frases estelares... En plan: LA ORTOGRAFÍA ES REVOLUCIONARIA.

He visto una película preciosa y reciente La Naissance des Pieuvres y otra vieja y deprimente Kids. También he descubierto qué es el postporno y alucino pepinillos. Suerte que en los pueblos aún se celebran fiestas mayores y hasta se baila country en fila india. ¿Qué más? Sigo con Capote y releo a Mansfield y Paley. Acabé Foucault y es muy importante. Tengo que renovarme el carnet de conducir. Se me caducó hace un año y llevo diez sin usarlo. Es que en unos días me voy a Estados Unidos con dos pedazo mujeres. Creo que haré el ridículo porque una tiene un acentazo de White Trash que ni Charlize Theron en Monster y la otra es Oxford’s Cum Laude. Debes saber que soy incapaz de escribir Wednesday y Avaiable del tirón... pero ¡qué importa! Ya tengo la excusa perfecta para leer MOBY DICK.

Iremos de N.York hacia arriba y una vez en Canadá volveremos a bajar. Ciudad, mar y montaña. Gin Tonics, música y bagels ¡Qué bella es la amistad a tres bandas! Le he pedido a varia gente -incluso a los que no han estado- que me hablen de la ruta. Caben cosas como este cómic que me escondieron Luis y Sa bajo la almohada, al cumplir 30.


Te dejo con un espejo brasileño años 50 puesto del revés. A ver cuánto tiempo tardo en colgarlo en la pared. Y una pregunta tonta: ¿La potencia de los coches aún se mide en caballos?
Espero volver con noticias frescas del (no tan) Nuevo Continente.

martes, 7 de junio de 2011

The girl next door.







   ahora tengo que llevar gafas.

viernes, 1 de abril de 2011

Smithson: Un recorrido por los monumentos de Paissac, 1967.

Pero cuando estaba quedándome perplejo vi un letrero verde que lo explicaba todo:

YOUR HIGHWAY TAXES 21 AT WORK
Federal Highway U.S Dept. of Commerce
Trust funds Bureau of Public Roads
2.867.000 State Highway Funds/ New Jersey

Ese panorama cero parecía contener ruinas al revés, es decir, toda la construcción que finalmente se construiría. Esto es lo contrario de la ruina romántica porque los edificios no caen en ruinas después de haberse construido, sino que alcanzan el estado de ruina antes de construirse. Esta puesta en escena antirromántica sugiere la idea desacreditada del tiempo y muchas cosas "desfasadas". Pero los suburbios existen sin un pasado racional y sin los "grandes acontecomientos" de la historia. Oh, quizá haya algunas estatuas, una leyenda y un par de curiosidades, pero no hay pasado; sólo lo que pasa por ser futuro. Una utopía sin fondo, un lugar donde las máquinas no funcionan, el sol se ha convertido en vidrio y la fábrica de hormigón Paissac hace buenos negocios con PIEDRA, BITUMINOSOS, ARENA y CEMENTO.

pag.19-20. Robert Smithson, Un recorrido por los monumentos de Paissac, Nueva Jersey.

lunes, 24 de enero de 2011



... Y Jenny desde un tren Philadelphia-Washington.


domingo, 23 de enero de 2011


Alex desde su ventana. Londres (UK)

domingo, 16 de enero de 2011

Claro que sí...

Este fin de semana cayó viaje sorpresa en tren, inventario Cuore de famosas con celulitis... (Hilary Swank, ¡no te creo!), lámpara escandinava, bistec poco hecho y un grandísimo texto.

Es el discurso que soltó Joseph Brodsky a la promoción del 89. Qué caras debieron poner aquellos "jóvenes despiertos y modernos" en el último día de su vida de estudiante al oír en boca de un poeta exiliado y ruso que el futuro... ¡eran kilos de aburrimiento!


Monet = Celulitis.

ELOGIO AL ABURRIMIENTO (Extracto).

"Cuando el aburrimiento les golpee, entréguense a él. Que les aplaste, que los sumerja, toquen fondo. En general, con las cosas desagradables, la regla es: mientras más pronto toquen fondo más pronto volverán a flotar. La idea aquí, para parafrasear a otro gran poeta de la lengua inglesa, es mirar de frente a lo peor. La razón por la que el aburrimiento merece semejante escrutinio es que representa el tiempo puro, incontaminado, en todo su repetitivo, redundante y monótono esplendor.

Para decirlo de alguna manera, el aburrimiento es nuestra ventana sobre el tiempo, sobre esas propiedades suyas que uno tiende a ignorar con peligro probable del propio equilibrio mental. En suma, es nuestra ventana sobre la infinitud del tiempo, es decir, sobre nuestra insignificancia en él. Esto es lo que cuenta, tal vez, en nuestro horror por los atardeceres solitarios y torpes, en la fascinación con la que a veces miramos una mota de polvo flotar en un rayo de sol, cuando en alguna parte repica un reloj, hace calor y nuestra fuerza de voluntad es nula.

Una vez abierta esa ventana, no intenten cerrarla; déjenla, por el contrario, de par en par. Porque el aburrimiento habla el lenguaje del tiempo y va a enseñarles la lección más valiosa de la vida —la que no obtuvieron aquí, en estos verdes prados—: la lección de su completa insignificancia. Será valiosa para ustedes, así como para aquellos con quienes se codeen. “Eres finito”, les dirá el tiempo con voz de aburrimiento, “y hagas lo que hagas, desde mi punto de vista es fútil”. Por supuesto que esto no será música para sus oídos; pero el sentido de futilidad, de significación limitada incluso para las mejores acciones, para las más ardientes, es mejor que la ilusión de sus consecuencias y el consiguiente autobombo.

Pues el aburrimiento es una invasión del tiempo en nuestro repertorio de valores. Pone nuestra existencia en perspectiva, con un resultado neto que siempre implica precisión y humildad. La primera, debe notarse, engendra la segunda. Mientras aprendemos sobre nuestro propio tamaño, más humildes y más compasivos nos volvemos con nuestros semejantes, con ese polvo flotante en un rayo de luz o ya inmóvil sobre la mesa. ¡Ah, cuánta vida hubo en esas motas! No desde nuestro punto de vista, sino desde el de ellas. Nosotros somos para ellas lo que el tiempo es para nosotros; por eso parecen tan pequeñas. ¿Y saben lo que dice el polvo cuando lo limpian de la mesa?

“Recuérdame”,
susurra el polvo.

Nada podría estar más lejos de la agenda mental de ustedes, jóvenes y despiertos, que el sentimiento expresado en estos dos versos por el poeta alemán Peter Huchel, ya muerto.
Lo he citado porque me gustaría inculcar en ustedes la afinidad con las cosas pequeñas —semillas y plantas, granos de arena o mosquitos—, pequeñas pero numerosas. Cité estos dos versos porque me gustan, porque me reconozco en ellos y, si a ello vamos, en cualquier organismo vivo que debe ser limpiado de la superficie disponible. “Recuérdame, susurra el polvo”. Y lo que oímos es que si de vez en cuando aprendemos algo sobre nosotros por cuenta del tiempo, quizás el tiempo pueda, a su vez, aprender algo de nosotros. ¿Qué habría de ser? Que aunque inferiores en significación, tenemos la ventaja de la sensibilidad.

Esto es lo que significa ser insignificante. Si se necesita un aburrimiento que paralice la voluntad, bienvenido el aburrimiento. Somos insignificantes porque somos finitos. Pero mientras más finita es una cosa, más cargada está de vida, emociones, temor, compasión..."
etc, etc.

Se lo dedico a Txomin, con whisky.

domingo, 26 de diciembre de 2010

2010

Este año nació Wilhelmina Valdés Alford (Mina para los amigos y los que son algo vagos). Encargué una librería de fresno a un carpintero y, sin querer, me convertí en presidente de escalera. Escribí diálogos bellos. Una de cal y otra de arena. También compré una obra a mis amigos Jeleton. Pensé en Rimbaud, la electricidad y las ciudades con unos zapatos azul eléctrico, casi rayo. Me encargaron textos para catálogos y exposiciones. Separé la yema del huevo. Jodí una tarta y me casé después. Salí en pequeño, con pamela y capazo. Me bañé a pie de montaña sujetando a Walser y haciendo un amago de natación sincronizada. Conocí a Xavier Ribas y le entregué mis cuentos. Vi Lost con Joana y Llorenç (y me decepcioné con ellos), pero acabé Los Soprano con Luis y Sa y casi aplaudo. Cerré el Facebook. Mi hermana me pintó las uñas por primera vez. Y regresé a Avilés. Estrené tacones y me aburrieron. Leí novelas largas y también tristes. Cumplí años tirando cubitos de hielo al escote de Alex Reynolds, mientras Sarita bailaba con un paraguas roto en un bar donde el camarero lo tiraba todo al suelo. (De los demás ni me acuerdo) Lila me dijo por teléfono que se iba a vivir a Nueva York. POR FIN. De vez en cuando nos da por celebrarlo. De aquí a agosto, nos queda tiempo. Reabrí mi Facebook. Miré con Grilo lo raro que pueden llegar a ser ciertos objetos. Le regalé a Clara un libro sin apenas letra y ella me contestó con una novela. La dedicatoria me la mandó después. Trabajé con Jenny y me gustó, aunque gandulear se nos da aún mejor. Me emborraché más de un martes con David y Gabriel. Cerré mi Facebook. Leí un cuento de Ionesco a Laszlo y Daniela, y me asusté más que ellos. Aprendí a hacer albóndigas, caldo y pesto casero. ¡Ah! y una cueva de barro. (Creo que su dueña aún la está esperando) Y me quedé atrapada en los cuestionarios de Pandémica con quien he descubierto lo raro que suenan ciertos escritores cuando se leen en voz alta... Deberíais probarlo.

¡F-E-L-I-Z-A-Ñ-O!




Separé la yema del huevo...

- Vida y Destino, Vasili Grossman.
- Las siete lámparas de la arquitectura, John Ruskin.
- El precio de la transición, Gregorio Morán.
- Yo era una chica moderna, César Aira.
- Skating to Antartica, Jenny Diski.
- Humanots II de Josep Pla.
- Duchamp de Calvin Tomkins.
- The BLDG blogbook, Goeff Manaugh.
- Niels Lyhne, Jens Peter Jacobsen.
- Lo real, Belén Gopegui.
- Un pistoletazo en medio de un concierto, Belén Gopegui.
- El espectador emancipado, Jaques Rancière.
- Poesías, Arthur Rimbaud.
- Zoo o cartas de NO amor, Viktor Shklovski.
- El quinto en discordia, Robertson Davies.
- Los hermanos Tanner, Robert Walser.
- Un héroe de nuestro tiempo, Lérmontov.
- Voyage au bout de la nuit, Ferdinand Céline.
- Las crónicas berlinesas, Joseph Roth.
- Los relatos de Kolima, Varlam Shalamov.
- The Civil Contract of Photography, Ariella Azoulay.
- La estética de la resistencia, Peter Weiss (en proceso pero dudo que lo acabe).
- Miró. El asesino de la pintura, Fernando Flórez Castro.
- Dostoyevski lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar, László Földényi.

martes, 7 de diciembre de 2010

Dostoyevski y papillas

Hoy cumple años Carolina Valdés, actriz y madre de dos preciosos churumbeles, profesora a tiempo parcial de Harry Potter, exagerada y ama de casa cuando puede... Pero sobre todo, MI HERMANA.

Las dos compartimos una visión ERINBROCKOVICHESCA de la existencia. En su caso, esto significa Dostoyevski y papillas. En el mío, implica que hasta la cama se puede hacer de un modo épico. Vamos... que nuestro día a día ya nos da "pa comentar".
Es tan genuina y única que en cuanto hablo de ella ya siento que estoy violando su intimidad. Es como si la desnudara. Pero ¿qué puedo hacer? Me apetece describirla.

Su amor por mí es de taxímetro porque cuando estamos juntas, o cuenta el tiempo que nos queda o lo que tardaremos en volver a vernos. A veces, me estresa y eso que me gana en pecas. Desde que vive en Londres se le separan los dientes, pero no lo usa como excusa para volver "a casa". Ella vuelve por que sí, porque lo necesita. Compra cacharros para la cocina, si son de barro cocido o años cincuenta, casi mejor. También tiene una relación extraña con la tecnología. Me juego a que sus passwords no se alejan de "Chorizo a la sidra". Es que por su culpa hasta mi padre llama "carne de piquitos" al pollo empanado. Come lentamente. Es zurda. Trabaja tanto que me cuesta pensar que alguna vez fue princesa. De niña tuvo un diario. De adolescente, dos. Tocó el chelo, tradujo "Dawson Crece" y estudió ruso. Dice que lloró a moco tendido al pisar la Plaza Roja. Ha viajado por medio mundo. A veces nos reímos de Australia, otras de Tom Cruise, nuestra familia y toda la Guache Divine.

Cuando se pone nerviosa se come a sí misma. Empieza por el interior de la mejilla. Es el único caso en que yo siento que debo llamarle la atención. No querría que despareciera porque, después de todo, es la mujer más valiente que conozco y su sentido de la justicia me fascina. No pierde el tiempo en tonterías, como mucho las adorna. Eso sí, creo que nunca me perdonará que, por mi culpa, haya tenido que compartir más de un ascensor con Ralph Fiennes, vestida en chándal rojo, cual SKIN. Es lo que tiene ser actriz, palabra que ya escribía a los 4 años, antes de enderezar su letra y convertirse en lo que es hoy: LA CARO.


Mi hermana en el teatro Nacional de Dublín, como Katerina en Delirium, una genial adaptación de Los Hermanos Karamazov hecha por THEATRE O.

jueves, 2 de diciembre de 2010

El poder de los duetos.



Qué grandes son cuando se juntan.
Kiss..........................6'10.
Scout Niblett & Will Oldham.

sábado, 30 de octubre de 2010

Berlin 1-13 Nov. 2010



Equipaje:
Crónicas berlinesas de Joseph Roth.
Las afinidades electivas de Goethe.
La estética de la resistencia de Peter Weiss.

Y a ver con qué me encuentro...

martes, 28 de septiembre de 2010

Amanece que no es poco.

Lo he vuelto a hacer: cerré mi Facebook. Como me cuesta escribir aquí, pues lo intento por otros lados. Siento que estoy llena de mesas. Es de lo que más tengo. En una, hay posavasos y de vez en cuando cae algún pie descalzo. En otra, papeles. Hoy llegó la tercera. Huele muy bien pero necesito encogerla con una lámpara y alguna planta. No es que me vaya grande es que me toca acostumbrarme a ella. Además, está llena de marcas. ¡Hay más que en la palma de mi mano! De tanto mirarlas he llegado tarde al trabajo. Siempre llego tarde. Hoy tocaba mambo. Suerte que hacia el final he puesto We don't need another hero en el Spotify. He mirado a Gabriel y le he dicho: Es que con Tina Turner dan ganas de esforzarse. Y él ha sonreído y nos hemos ido a tomar algo. Luego vino David y, a un día de la huelga, hablamos de los que aún viven de las Olimpiadas con sus diseños cha cha cha, sus pins y sus gambas, y nos metimos con Camper por redondear la punta de los zapatos o torcerlos hacia un lado para hacerlos distintos... y hasta simpáticos. Me aconsejaron que viera Después del amanecer porque no hace mucho volví a ver Antes del amanecer y me entró vergüenza ajena. Se ve que a los actores también. Por eso rodaron la secuela, para quitarse de encima la primera. Tienen su derecho porque si yo releyera las chorradas que escribí a los catorce años fijo que me da un infarto. Recuerdo que mi primer texto se llamaba "Apocalipsis versus Utopía" e iba sobre la guerra de los Balcanes. ¡Ahí queda eso! Paciencia...

lunes, 13 de septiembre de 2010