martes, 28 de septiembre de 2010

Amanece que no es poco.

Lo he vuelto a hacer: cerré mi Facebook. Como me cuesta escribir aquí, pues lo intento por otros lados. Siento que estoy llena de mesas. Es de lo que más tengo. En una, hay posavasos y de vez en cuando cae algún pie descalzo. En otra, papeles. Hoy llegó la tercera. Huele muy bien pero necesito encogerla con una lámpara y alguna planta. No es que me vaya grande es que me toca acostumbrarme a ella. Además, está llena de marcas. ¡Hay más que en la palma de mi mano! De tanto mirarlas he llegado tarde al trabajo. Siempre llego tarde. Hoy tocaba mambo. Suerte que hacia el final he puesto We don't need another hero en el Spotify. He mirado a Gabriel y le he dicho: Es que con Tina Turner dan ganas de esforzarse. Y él ha sonreído y nos hemos ido a tomar algo. Luego vino David y, a un día de la huelga, hablamos de los que aún viven de las Olimpiadas con sus diseños cha cha cha, sus pins y sus gambas, y nos metimos con Camper por redondear la punta de los zapatos o torcerlos hacia un lado para hacerlos distintos... y hasta simpáticos. Me aconsejaron que viera Después del amanecer porque no hace mucho volví a ver Antes del amanecer y me entró vergüenza ajena. Se ve que a los actores también. Por eso rodaron la secuela, para quitarse de encima la primera. Tienen su derecho porque si yo releyera las chorradas que escribí a los catorce años fijo que me da un infarto. Recuerdo que mi primer texto se llamaba "Apocalipsis versus Utopía" e iba sobre la guerra de los Balcanes. ¡Ahí queda eso! Paciencia...

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