jueves, 27 de agosto de 2009

Un año



¡Daniela!
Aunque ahora mismo me alejo de tu zoológico en miniatura, no olvido que hoy cumples UN año. ¡Qué lástima perderme tan grandioso día! Sé que vas de camino a Japón. ¿Serás chuleta? Aunque no te lo creas demasiado porque yo, a tu edad, andaba en Canarias que caía casi tan lejos como Tokio. (Debes saber que en mi época no existía el Low-Cost y viajar a lugares en lo que hubiese que restar o sumar el tiempo era cosa de ricos. O de padres modernos.) En Canarias, por cierto, trabé amistad con un pastor alemán que pesaba y medía más que yo. Se llamaba Negro. Fue una amistad de verdad, que me marcó profundamente... ¿Será por esto que mis jerseis son siempre del mismo color?
Adoro tu buen humor, que seas pelirroja y clavadita a tu madre. Que tus orejillas se resistan a llevar pendientes. ¡Di que sí, mujer, que eso es cosa de viejas! Que seas tan folklórica –¡esos cantos!- y me pegues sustos en plan coqueta, a un palmo de la cara, con unos ojitos de esquimal que ni Bjork. También admiro la generosidad con la que te dejas embestir, generosidad que rompes de vez en cuando con un buen derechazo. Siento ser así. Tus “albondi-piernas y brazos” me generan violencia y la extraña sensación de volver a casa porque, contigo, todo parece rebotar. Y si las cosas rebotan es como si nunca pasara nada, como si todo volviera a su lugar. A todo esto: recuerda que vivir entre colchonetas es mejor que hacerlo entre algodones... ¡Creéme! Y si no lo haces, no olvides que parte de la culpa la tiene tu padre. Con 11 años, Dani me zurraba a almohadonazo limpio haciéndose pasar por Conan el Bárbaro y convirtiéndome en lo que ahora soy: una chavala un tanto impulsiva. Me pregunto si en Carnaval te hará cascos de Rey Arturo con cartulina y cosas por el estilo… o te enseñará a ser una niña, con códigos de niña. Aunque gracias a todos, las cosas han cambiado un poco y de aquello solo queda lo mejor. Y es que hasta en nuestras peores batallas –esas en las que perecieron varias lámparas- siempre me sentí muy querida por el bestia de mi hermano/tu padre. ¿Qué más, pelirroja mía? Adoro el ritmillo con el que gateas ciertos pasillos del ensanche, ya sean las nueve u once de la noche… y cómo te lanzas al agua con bañadores de topos remolones. ¿Serás farruca? ¡Cómo te mola la juerga! Fijo que cuando vuelva a verte, estarás despierta y a punto de sonrisa.

Hasta entonces...¡felicidaaaades!
Te quiero cantiduvi.
Tu tía.

1 comentario:

Por la tangente dijo...

El condensador de fluzo se escacharró y me enterao hoy... Ups!