Joanna Newsom

Joanna Newsom tiene voz de ardilla y las orejas algo salidas. A veces hace gorgoritos y emplea palabras antiguas, otras suspira o se enfada. Dice "Karate" como una cría o repite una nota como si se columpiara en ella sin temor a enseñar las bragas, hasta que la suelta. Entonces su voz se quiebra, envejece de golpe y se apaga. Sí, es más o menos así. Algunos dicen que parece un elfo. A mí no me gustan los elfos ni nada que tenga regustillo medieval o celta, y aunque en su concierto hubo algo de eso, no me cansé de mirarla. A ella y a su arpa, que me pareció un instrumento espectacular. Es como las tripas de un piano puestas en vertical y entre las piernas, lo que resultaba muy seductor. Ayer Joanna lo sabía y a algunos les molestó, porque claro, además de ser joven y guapa, llevaba una falda muy corta. ¡Sí, sí...joder con la niñata!
Pero a mí eso no me chocó. Lo que me chocó es cómo podía manejar aquel trasto con semejante desfachatez sin renunciar a su elegancia. Y es que desde donde yo estaba sentada se diría que en vez de arrancarle las notas, se limitara a hacerle cosquillas. A veces le bastaba un solo manotazo para hacer que el arpa se callara, aunque otras, sus gestos eran más delicados, como si entre sus cuerdas se hubiera enredado algo muy muy pequeño y ella tratara de liberarlo. Luchaba y luchaba, hasta que por fin... peach!plumb!pear!, la música brotaba de nuevo. Entonces deslizaba sus dedos con la fuerza y precisión de una araña que va tejiendo un hilo, que es a su vez una historia. Un mundo.
Fue marciano pero bonito. Me gustó.