lunes, 14 de noviembre de 2011

Airas

Hoy una pintora, librera y amiga llamada Elia nos remite a una noticia.
La policía británica detiene a 19 criminales mandádoles una invitación como parte de una falsa campaña de marketing para probar una cerveza nueva. En vez de latas gratis, ¡espositas y al trullo! En La Vanguardia hablan de la Operación Rocky como de una encerrona. Esto no sucede ni en The Wire... pero podría ser un trocito de cuento de César Aira. ¿Cómo habrán llamado a la cerveza-cebo? Se admiten apuestas.
El otro día -osea, ayer- también me pareció vivir otro trocito de sus cuentos o, por lo menos, ésa mi manera de salpimentera lo incómodo.  
Me explico: Estaba en la librería y la gente daba literalmente vueltas. (Sucede que nuestra librería es como una pecera en la que la gente a veces sólo se distrae, roba o entra en calor- sobre todo si llueve).
En pleno tiovivo, una chica bajita y rechoncha con corte esquinete (sin serlo), sexualidad ambigüa y embadurnada de pote me dice ¡Hola! 
Lo suelta desde la puerta... sí, sí la misma puerta cuya cerradura tuvieron que serrar con una radial el mes pasado porque, a mediodía, nos quedamos unos cuantos encerrados. (Qué raro es quedarse encerrada en una tienda. Ya es la segunda vez: me pasó años A, en Virgin con Slash! de Guns n Roses firmando discos y yo mirando en la S de Sting) Sigo.
Pues eso, me grita ¡Hola! a varios metros y yo... atendiendo a otra señorita.
Ella insiste, de cerca: ¡Hola!!!
Le digo: Sí, hola, un momento...
Y ella: Cariño el de Lipovetsky que tienes en la vitrina ¿dónde está?
Le indico que justo detrás suyo (no pasa nada, pasa siempre) y sigo con la otra cliente.
Nos re-interrumpe: Es muy bueno este autor, ¿eh? Es tremendo.
La señorita se va y como la chica me habla tan alto, me da cosa mirarla. Si las palabras pudieran ser empujones, su "tremendo" sería puro hooligan.
Me da dos libros. Se los cobro. 
Dice: A ver si me los leo y así hago algo porque me cuesta mucho levantarme por las mañanas y salir de casa.
Y yo: A ver...
Y ella: Cariño, ¿tú puedes leer en casa?
Sigo cobrando, como si hubiera olvidado cómo se hace. 
Le digo: Es que vivo sola. En casa nadie me molesta.
(Y no lo pilla, claro)
Y ella: Como tomo antidepresivos, cuando leo me quedo frita en seguida.
Y yo: Pues... vete a una biblioteca. En plan "dos y dos son cuatro" y sonriendo.
Le doy el cambio. 

¡Ay cariño! y me hace chocarle las cinco. Sus manos son regordetas- de pingüino- y con las uñas pintadas de un plateado gastado pero sabe que las tiene de ganar porque ahí fuera, a la gente que toma antidepresivos (y lo dice público) no se le puede no chocar las cinco. Sería como cometer un acto de lesa* humanidad. Y como además es cliente, de los que compra libros y no gomas de borrar, lo hago, sí... Le choco las cinco. Y pienso en lo cruel que es ser amable, a veces. 

Vuelve al día siguiente y me dice que se ha equivocado de libro. 
*Nota: Lo de lesa... ¡a que da rabia!

3 comentarios:

Por la tangente dijo...

Me ha quedado más Todd Solondz que César Aira... Vaya.

g. dijo...

Debe ser un post de esos tuyos ligeritos, porque no sólo lo he entendido, sino que también me he tronchado.

Gracias!

Leandro dijo...

Yo también lo he entendido, pero no me fío, no estoy muy seguro