No me interesan las meta-cuestiones pero sucede esto: cuando aún estoy calibrando el juego literario que me plantea Nabokov, cae en mis manos La Figura de la Alfombra. Es un relato bastante conocido de Henry James. En una de sus páginas puede leerse lo siguiente:
"Hay en mi obra una idea sin la cual toda mi tarea me hubiera importado un comino. No existe intención que la supere en belleza y plenitud, y su aplicación ha sido, creo, un éxito de paciencia y de habilidad. Debería dejar que fuera otro quien lo dijera; pero de lo que estamos hablando aquí precisamente es de que no hay nadie que lo diga. Este pequeño truco mío se encuentra en cada uno de mis libros y todo lo demás no hace relativamente sino jugar sobre su superficie. Quizás algún día el orden, la forma, la textura de mis libros constituirán para los iniciados una representación completa de ese detalle. Pero eso es precisamente lo que al crítico le compete buscar."
Y es lo que sucede. Un crítico se propone dar con "la intención general" o ese pequeño detalle que trasciende y da sentido a la obra de un escritor, pero en el transcurso de esta búsqueda se dan una serie de circunstancias que van alterar para siempre su destino. Como en La verdadera vida de Sebastian Knight hay en este relato una intriga y la necesidad de dar con algo que de por sí, es absurdo. Esto es: descubrir la esencia misma de la literatura. De todos modos no quiero hablar demasiado sobre el tema porque corro el riesgo de matarlo. Es más, no leáis el prefacio. Lo explica todo sin explicar nada... De hecho, un día deberíamos hacer un post comentado sobre la cultura de los "prefacios y contraportadas". Muy pocos me incitan a leer el libro. Salvo los de Borges que de por sí constituyen una obra. Es porque no pierden su halo misterioso y ocupan, como mucho, dos página y media, tres. Son una puerta entornada hacia otro mundo que en ningún caso te desvela. El solo te invita a descubrirlo...
Igual, al ser ciego, Borges era más sensible a los límites de las cosas. O no.
PD: Mi amigo Txomin hizo de padrino en una boda. En su discurso comparaba el amor con un juego de alfombras. Lo hizo en alusión a Italo Svevo o Pavese. Ahora no recuerdo. Sus amigos le desaconsejamos insitemente esa metáfora alegando que nadie ha leído a Svevo y aún menos entiende de alfombras... Son cosas de abuela. Pero él no nos hizo caso y me alegro.
1 comentario:
Estoy en estado de shock porque me considero fan de Henry James y NO he leído este relato. Ni lo conocía.
Me siento una falsa fan.
Así que qué te voy a decir yo de H. James que tú no sepas...
Sí, pásame ese fragmento para que vea lo listo que se cree Nabokov.
Las contraportadas son como los trailers, algunas me parecen más buenas que la obra en cuestión.
Y sigo manteniendo en secreto el nombre del blog!
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