lunes, 7 de julio de 2008

Babilonia o sobre por qué no debería tomarme las cosas tan en serio.





Recuerdo que una vez, subiendo hacia Menilmontant me giré y vi tras de mí un montón de casas de cemento. No muy lejos, había un colmado donde vendían plátanos podridos y negros. Entonces pensé que París, aquella ciudad que se menciona en"Casablanca" frente a una avioneta que está a punto de despegar, no era más que un grano de pus reseco y gigante, una inmensa burilla pesada, un techo de costras sobre una explanada que en otro tiempo fue lisa. Y también pensé en nosotros, los humanos. Nos vi transitando como bacterias y me dije que en el fondo no éramos tan distintos de los palomas, picotando aquí y allá, y ensuciándolo todo.

Ahora leo "Ciudades Muertas", donde Mike Davies explica cómo el impacto de la guerra generó todo una nueva ecología urbana en Londres y Berlín. Dice:
"Mientras las mujeres de las ruinas de Berlín se dejaban la piel en despejar cien millones de toneladas de escombros -finalmente se juntaron en tres montañas artificiales que permitieron a los berlineses contemporáneos practicar esquí- la flora urbana estaba experimentando una notable transición. El sustrato quemado y alquilino de la "zona muerta" favoreció la propagación de especies anteriormente exóticas como la robinia, la cola de ardilla y el tapazón. Los botánicos estaban particularmente sorprendidos por la rápida propagación del ailanthis altisima (árbol del cielo). Importada de China en la era del Federico el Grande, esta especie nunca había mostrado capacidad alguna para crecer de forma espontánea durante los 200 años de cultivo en los jardines y parques de Berlín. Entonces, gracias a la Octava Fuerza Area se convirtió en una avida colonizadora de los espacios bombardeados".
Ruinas que sirven como pistas de esquí, árboles que caen del cielo y por último, Australia. La chica a la que alquilé el piso en Paris me contó que allí uno puede toparse en pleno desierto con un microondas o una nevera. No es una alucinación. Al ser tan resistentes al viento, sirven como buzón. Además, están aislados, lejos de cualquier granja pero cerca de la carretera para que el cartero no tenga que desviarse demasiado de su trayecto. Es que allí, las distancias son muy largas.
Todo este rollo para decir que a veces me sorprende la tozudez o persistencia de ciertas cosas, como esas plantas que se abren camino entre las ruinas de Alemania o el correo, que no respeta ni a los muertos. Sean de donde sean.
Menos mal.

6 comentarios:

Christine Sixteen dijo...

Cuántas cosas tan interesantes has escrito, y yo sólo he podido pensar en dos cosas:

"buagh, palomas"

y

"es verdad que las neveras son resistentes, porque en la última de Indiana Jones se comprueba"


Espero que sea por el calor y no por mi gilipollez galopante...

Por la tangente dijo...

Las palomas dan asco. Y lo que sale en Indiana Jones es "real"...Lo explican tb en este libro y en un artículo que leí no hace mucho. En Dugway, Utah reconstruyeron un barrio entero de Berlin, con sus muebles y todo, para saber qué bombas lo destruirían mejor. Es de lo poco q me gustó de Indy 4.
Qué decepción, ¿no?

Christine Sixteen dijo...

Hay un tipo de turismo, el nuclear, que se da sobre todo en Nevada, y supongo que por todo el suroeste americano, donde se pueden ver lo que provocaron las explosiones en esas ciudades-maquetas. Tiene que ser curioso, y da algo de yuyu..

También es lo casi único que me gusto de Indy 4!

Anónimo dijo...

La nevera y el barrio pre-nuclear, lo mejor de Indy 4, decidido.
También ver con más detalle el apartamento de nuestro héroe ya yayo. Mola la choza que no veas.
Muqui, creo que Laszlo es daltónico.
Tampoco computa el número 1 y el 7. Los demás parece tenerlos bajo control.
Sospechoso...

Por la tangente dijo...

mmm... Querida, Paul Newman es daltónico y no le ha ido tan mal. Y a mí eso de que repase el nombre de la gente a la que conoce antes de acostarse me parece sublime. Llegáis ya. BIEEEEENNNN.
PD: No me llames Muqui en estos laaares!

Anónimo dijo...

Muqui Muqui