jueves, 21 de febrero de 2008

A favor del infinito.



Por ahí andan castigando al infinito… y he pensado que se merece un abogado defensor. La idea del infinito mola. Y no porque sí, sino porque gracias al infinito, yo pude aprobar las matemáticas de 3 y COU.
Os lo explico. De pequeña no fui muy buena estudiante, luego con el tiempo, descubrí que si escuchaba al profesor los días se hacían más cortos… Empecé a hacer mis deberes, pero las clases de matemáticas seguían siendo un suplicio.
Siempre fui una chica de letras.
Un día, en octavo de EGB, el monsieur Philipe Roy Richard me llamó a su despacho. Philipe Roy Richard era un profe canadiense, del Québec, país del que siempre me he reído. Como todo “quebecois” vestía con un jersey de cuello alto y una camisa de leñador encima. Era de cuadritos blancos y negros… Es decir, ¡deleznable! Y no sólo para un profe de mates, sino para un tutor… porque el señor Richard también era nuestro tutor. Total, que cuando llegué a su despacho me explicó un cuento. Me dijo: "He visto tus notas. Eres una buena estudiante pero en matemáticas tienes un 4 sobre 20 de media y por eso estás aquí."
Pensé que me pediría una explicación, y como los profes siempre me han inspirando respeto, por eso de estar siempre al otro lado (aunque sea con camisas de leñador), pues me puse algo nerviosa… Pero entonces dijo: "He leído lo que escribes para el periódico del colegio y veo que te gusta escribir." Me preguntó por qué me gustaba escribir y fui incapaz de darle una explicación. Entonces me dijo algo que nunca olvidaré. Me dijo: "Si quieres escribir bien no abandones del todo las matemáticas. Las matemáticas son un lenguaje como cualquier otro, solo que es un lenguaje abstracto. Y para escribir bien, es importante tener una noción de lo que es el pensamiento abstracto, algo que, como-toda-hija-de-vecina, tú tienes pero que está… ¡dormido!"
Curiosamente entendí muy bien lo que me estaba diciendo. Me estaba diciendo que no todo se escribe a golpe de diccionario, que es lo que hacía entonces. Juntar sinónimos para lucirme en los Juegos Florales... Y dale con "Inefable", "liviano", "quejumbroso"...y qué sé yo. Le hice caso y en primero de BUP escogí letras mixtas. Con él, todo fue más o menos bien, pero al dejar el colegio por el instituto, vino el desastre. Empezamos a estudiar derivadas, integrales y cosas muy muy raras, con una profe muy poco convincente. Y mis notas cayeron en picado. Iba a dejar la asignatura cuando, un día, en clase, la profe dijo: "Y la parábola tiende al infinito por la izquierda". Entonces dibujó una especie de nudo de moebius en la pizarra, y sin entender nada me emocioné. Se me quedó grabado… ¡Tiende al infinito por la izquierda! Qué fuerte –pensé-, sin tener ni puta idea de lo que eso significaba. Sonaba bien…”tender” al infinito y encima hacerlo “por algún lado”. Desde entonces supe que todo era posible, incluso aprobar las matemáticas empollando como un loro. Y es que, si os fijáis, los ejercicios son siempre iguales: hay unos tres modelos y dos variaciones del modelo. Lo dificil es reconocer en el examen el ejercicio que da con la respuesta que está en tu cabeza. Hacer que tu modelo encaje con el enunciado del ejercicio y que esa parábola sea efectivamente la concava que tiende al infinito por la izquierda o la derecha, y no una convexa que no tiende hacia ningún sitio. Ya, ya… me diréis, pero entonces, no has avanzado mucho. Y es cierto. Sigo sin entender las matemáticas y aunque sepa que de algún modo son muy importantes, si me intereso por ellas es porque me gusta cómo suenan. Rara vez sé para qué sirven o hacia donde me llevan, pero es eso, sólo eso… que me gusta cómo suenan. Por el mismo motivo, ahora leo libros de arquitectura si preocuparme mucho por los edificios… Y es que antes de entender un plano, prefiero imaginármelo.
Ya, ya… no tengo remedio. Pero el infinito mola. INSISTO.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Oleee viva el infinito
piquito de oro y a seguir escribiendo en abstracto
zi zeñó!
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(por cierto a ver... Que yo tengo cazaora leñaora...)

anana dijo...

Molar claro que mola. La Atlántida también mola
Me recuerda a ese momento en que Alicia (sí, soy recurrente: ¿qué pasa?) se encuentra con un unicornio y el bicho le dice algo como: "si tú crees en mi, yo creeré en ti"

Anónimo dijo...

Delicioso -y nostálgico- relato, Andrea. (Incluyendo cierta anarquía gramatical.)

Anónimo dijo...

Te tengo que presentar a mi hermano Iñaki. Él se definió una vez como platonista, es decir, que cree fervientemente en un mundo de ideas que existe de verdad... Además es matemático y freak.

Por la tangente dijo...

ander... eres GRANDE!