miércoles, 4 de mayo de 2011

Cuelgue victoriano

Y más o menos leo esto: 
En 1898, W. Reginald Bray empezó a estudiar la regulación del Servicio Postal Británico y decidió ponerla a prueba hasta límites insospechados. Entre sus experimentos figuraba enviar sin empaquetar objetos extraños: un manojo de nabos, una llanta de bicicleta, algas, un bombín e incluso el cráneo de un conejo... hasta que se mandó a sí mismo por correo certificado. Le recogió su padre. Sin embargo, si se le conoce por algo, es por su colección de autógrafos.


Bray sujetando pechera y cuello de camisa.

1 comentario:

Leandro dijo...

Arriesgó mucho enviándose él mismo. ¿Y si su padre hubiera rechazado el envío? ¿Eh?