lunes, 14 de marzo de 2011

Esta semana, miopía.

Salchichas con Ketchup o Hamlet.

West Side Story!

Hermana, a las 16h30 de la tarde tuve un flechazo. Piqué al timbre y cantó un pájaro... ¡Pío, pío, pío!
Luego levanté la cabeza y desde el otro lado del mostrador ella accionó un botón.
Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
La escoltaba un ejército de gafas. ¡Cubrían toda la pared! No era extraño. Estábamos en una óptica pero yo le solté algo muy tonto.
Le dije: Es que echo de menos mi bufanda. Ella pestañeó: ¿Con este calor?
En ese momento no caí en que era verano y que todos nuestros relojes marcaban cuarenta y un grados. Suerte que reaccioné rápido. Le dije: Bueno, y quién ha dicho que para echar de menos algo exista un buen momento. ¿Lo hay?
Ella sonrió: Por supuesto que no. Me dirás: ¡No está mal! En seguida os pusisteis de acuerdo en algo.

Aún así me odié por sonar tan dramático. Además, aunque a su ejército de gafas le faltaran ojos, yo me sentí observado. Por eso, cuando me fui, no me salió dar media vuelta. Me alejé del mostrador caminando marcha atrás y extendiendo mi brazos hacia ella, como si lo que nos separara no fuese mi torpeza sino algo irreversible. El destino, las circunstancias, nuestros padres. ¡A saber! Luego me llevé las manos al corazón y ausculté mis latidos. Uno, dos… Me faltó saliva para preguntar su nombre así que le asigné uno. Me dije que se llamaba María. María la de la óptica. ¿A que soy original? Pero te juro que no pensé en la virgen, sino en Ética y natación por ser asignaturas fáciles.

A todo esto, ella arqueó las cejas y no porque me alejase sino porque al hacerlo marcha atrás por poco no me como la puerta. ¿Y? Comérsela de espaldas no es tan duro como hacerlo de frente. Créeme.

Ya en la calle recordé lo que me dijiste. Me dijiste: es que tú eres muy tuyo, como si eso fuera una pega. Desde entonces, yo soy mi mayor problema. Gracias.

Pensé en maquillarme un poco y andar con tacones. ¡Ah, no! Espera, si aquí aún era un hombre. Entonces pensé en perder personalidad. Sí, pensé en empezar a ser como todos los demás, pero es que los demás dicen unas cosas…
Escucha: Esto es lo que dice la gente. La gente dice que no merece la pena votar y que a la princesa Leticia se le ve muy delgada. ¿Qué? ¿Cómo te quedas?
Dirás que exagero pero se me ocurre que cuando papá nos contaba cuentos de miedo, no sólo lo hacía para entretenernos. También lo hacía para despistar, para que no supiéramos que, en el fondo, lo que más le preocupa a la gente no es la muerte, ni siquiera no ser demasiado uno mismo. A la gente lo que la asusta es la obesidad. Vivir con unos kilillos de más porque nadie, absolutamente nadie, quiere acabar como una bola. Es increíble pero es así. Y acojona.

¿Tú que piensas de los gordos? ¿Y del Blue Tack? ¿Es Glue-Tack o Blue Tack?

Un día me crucé con la dependienta en cuestión, María, ¡la susodicha! Estábamos en un cine al aire libre y yo sin gafas. Aún así, entendí que me miraba pero no dije nada. Me zampé un perrito mientras dejé que me ubicara en su cabeza pero cuando me habló no fue para saludarme, no… sino para indicarme que tenía una mancha. ¡Plof! No fui yo quien llamó su atención, fue mi mancha. ¿Te lo puedes creer?

- Ahí, justo ahí -me dijo. Y me señaló sin tocarme. Y yo venga a buscarla. Y al buscarla, la mancha se hizo más grande. Me miré las manos. ¿Qué he hecho? –pregunté, pero lo dije tan rápido que ella entendió ¡ketchup! Y pensé me desangraba.

Del disgusto me desplomé. Caí sobre mí mismo, pero ningún árbitro vino a contar hasta diez.
Fue así como dejé este mundo por primera vez. Me mató un susto.

4 comentarios:

Elena dijo...

Chapeau.

anana dijo...

maravilla. más! desde ya, soy tu yonki

Por la tangente dijo...

Lasaña, es recíproco. Hoy le decía a Joana que quiero que vengas a casa a dar confereeeencias. ¡Me dejé el móvil por el camino!

anana dijo...

jo, hay q verse... cuando????