martes, 12 de octubre de 2010

Reaccionaria

Hermana,
Así es como lo veo yo: un día un cantante dice que ha perdido la habilidad de escribir canciones. No es que el falte talento ni quiera hacerse el interesante, es que es tan virtuoso que se le desparrama la música y no hay estructura que pueda contenerla. El pobre se enreda en sinfonías de nunca acabar y, claro, a ver quien le produce un disco porque para llegar a nosotros, los consumidores, luego tiene que embutirlo todo en unos doce temas. Dirás: no es tan grave, pero es que de tanto comprimir las notas le salen butifarras y ya no hay quien lo aguante. Lo curioso es que cuando pensaba en él, leía Parménides de César Aira. Es un escritor a quien le pasa lo mismo pero al revés. No es que le falte espacio, más bien le sobra. Dice: yo no tengo ni idea de cómo acaban mis novelas. Supongo que para cuajar necesitan su tiempo como ciertos flanes. Pero la industria le pide productos acabados, así que no le queda otra que rematarlas. Lo hace con finales-prótesis, finales tan desafinados, churrescos e inmediatos, tan elásticos y de relleno que una se siente idiota por tomárselos en serio. Me cae bien este señor. Además, por esta regla de tres, fijo que odia el packaging. El packaging debe ser con la ingeniería genética, la rama del ser humano que más ha evolucionado. Yo me he dejado los cinco sentidos y alguna que otra uña intentando abrir algo. Odio esa obsesión por lo compacto aunque sólo sea porque nos hace estar menos relajados. Dicen: es funcional. Pues yo quiero un teléfono que se asemeje a un zapato. ¡En serio! Quiero un pedazo Panama Jack en mi bolso, así si me llamas no tengo meterme mano para contestarte a tiempo. Y quiero que las cosas estén orgullosas de serlo -como en la modernidad- que tengan su relieve y volumen, que no se doblen o replieguen sobre sí mismas, ni escondan sus clavos o se disfracen por defecto con mil aplicaciones. En este plan no me extraña que luego nos vengan con que es más caro reparar algo que comprárselo de nuevo. Todo está integrado. Es difícil pensar por partes. Nos sucede como al maldito Inspector Gadget, que estornuda y se convierte en un ramo de flores casi sin querer. ¿Y cómo vas a fiarte de un tipo con gabardina que se convierte en ambientador o ramo de flores en función de un estornudo? ¡Eso es una porquería! ¿No crees? Además, yo no quiero usar un ambientador por el mero hecho de saber que existe. Prefiero ir a buscarlo si el cuerpo me lo pide. O inventármelo. Ya, siempre estoy igual pero es que a veces siento lo que siente todo el mundo, que las cosas me pueden. Hay que ver hasta qué punto funcionamos a su manera. Yo no tengo tele –ya lo sabes- pero si alguna vez me voy a dormir pronto no es por mí, sino porque mi ordenador quema demasiado y con su calor me dice que está cansado. ¿A qué es fuerte?


Santo Sufjan, embutido musical.

PD: En el tiempo en que te escribía esto, el del embutido-musical sacó un disco nuevo. Me gustan sus arreglos. Me recuerdan a un pájaro agitando las alas. Y cuando se adorna con coros de peli de Frank Capra. Aunque a veces le da por distorsionarse la voz. Entonces me recuerda a Enrique Iglesias, sobre todo en sus falsetos, pero me sigue cayendo bien porque le cuesta ser sencillo que es cuando mejor está. Como en Delighted People. Ala.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=_0BWLZyTBbA&feature=related

Leandro dijo...

El packaging (a ver cómo lo abres, imbécil, en inglés) es un invento del Maligno. Tienes toda la razón.

Y aunque no venga a cuento, he pensado que deberías saber esto, si es que no lo sabes ya

Por la tangente dijo...

Si te fijas, el que sale en la foto de arriba a la derecha no es M J. Fox... Siempre me hizo gracia esta anécdota. Pero no conocía este vídeo. Gracias! Lo q sigo sin saber es por qué tradujeron flux como condensador de fluzo con Z?