viernes, 14 de mayo de 2010

Zeitgesit. Variations & Repetitions



La editorial Save As...Publications me encargó un texto sobre la distribución editorial para una publicación llamada Zeitgesit. Variations & Repetitions en la que colabora gente muy interesante. Podeis verla o comprarla en su web al módico precio de...¡1 €!

La ventaja de embrutecerse.


Yo trabajo en un sitio donde los datáfonos ya no escupen papel porque son de firma electrónica, y donde las bolsas de plástico no son de plástico sino de fécula de patata. Aún así sé que me dedico a un negocio muy sucio. Mi postura es sencilla: una novela de Dostoievski es una maravilla pero seis, son una guarrada, porque de esas seis yo sé que sólo se venderán dos, las otras cuatro están de relleno. Lo mismo pasa con Austen, Calvino y Mallarmé. ¡Y no hablemos de los escritores mediocres! Digamos que hasta el mundo editorial ha entendido los beneficios del zapato de tacón. Sabe que más vale mimar a su autor y ponerle alzas, porque lo que no se ve, no se vende, y para hacerse visible no basta con ser genial. Para hacerse visible ¡hay que hacer pila!
Es más, en la Batalla de los libros antiguos y modernos ya alguien dijo: “Somos enanos, pero subidos a los hombros del gigante vemos más lejos”-ignorando hasta qué punto sus palabras cobrarían más de un sentido… pues aquí estamos, aupando libros a base de amontonarlos, porque transportar uno es más caro que cinco.
A todo esto, hay quienes nos acusan de habernos envilecido pero es que de un tiempo a esta parte, nosotros, los libreros, nos limitamos a mover las cosas de sitio, así que todo lo valoramos en función del tamaño. Y del peso. Queremos libros manejables. Ni muy grandes, ni muy pequeños, sin troquelados ni fajas publicitarias, de esas que le hacen la zancadilla a nuestra rutina, mientras intentamos esculpir un determinado skyline, al ritmo que marcan las distribuidoras con sus camiones. Y es que os sorprendería saber hasta donde llegan los montoncitos de novedades, clásicos, reediciones y algún que otro ladrillo del que ya no nos podemos desprender. Los llamamos SR- sin retorno, porque ciertos títulos nunca se van, solo vuelven. Son parásitos incapaces de reincorporarse y completar el ciclo natural de los libros. Y mira que es un ciclo sencillo, como todos los ciclos: Los libros nacen en tropel, se distribuyen, y si al tercer mes no se han vendido, se van por donde han venido… Pero ahora viene la parte bonita. La del señor Hanta. Es ese señor que se sitúa justo al final de la cadena y dice: “Hace 35 años que prenso papel viejo…” mientras se encarga del trabajo sucio. Me refiero a triturar los miles y miles de libros que no encuentran a su lector. Total, que un día yo me vi diciéndole al señor Hanta -eslabón último de este negocio indigesto- que aquello se iba a acabar, porque el mundo tal y como él lo había conocido, se estaba extinguiendo. Era insostenible. Le dije que los libros dejarían de publicarse en papel, de sobre producirse, porque se descargarían y se leerían en una pantalla, a la carta. Y que nosotros ya no tendríamos que preocuparnos de hacerles un sitio. Ni de destruirlos. Y que nuestras manos volverían a ser jóvenes. Le dije que solo unos pocos, quizá los más bonitos, se publicarían en tres dimensiones, con sus costuras y su papel. A mí me pareció un gran desenlace pero él, que es de la vieja escuela, en seguida le vió una pega. Me dijo que a esos pocos no se les trataría como se trata a cualquier libro, sino con la distancia y educación que le dispensamos a un jarrón. Y los libros también están para doblarse, subrayarse e incluso babearse. ¡Los libros no son jarrones! Yo pensé que exageraba, porque soy de otra generación, de esa que cree que además de contar algo, un libro puede ser bonito y hasta delicado, aunque eso complique mi relación con ellos, pues es cierto que mi modo de aproximarme a la literatura, de descubrirla, ha sido siempre exponiéndome físicamente a ella, manoseándola, moviéndola y arrastrándola con urgencia, con la brutalidad que eso conlleva… y todo, por hacerle un sitio. Por defenderla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

derechazo con guante de goma 1:
algunos catálogos de tapa dura y otros descartados o SR aguantan bien el peso de una tabla que sirve, a su vez, de mesa para comer, dibujar u otras cosas todavía más inútiles.
derechazo 2, con manopla de abrir el horno y sacar la plancha caliente:
a veces me imagino lanzando libros al aire y se quedan como flotando, abiertos a voluntad

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pienso en la educación que les dispensamos a los jarrones
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yo les dispenso bastante educación a los jarrones

Christine Sixteen dijo...

¿Y no es odioso cuando vas a una librería y están todos los libros como apiñados y cuesta trabajo sacarlos? No lo soporto. Pasa ídem con los vinilos.
¿Y cuando estás todo culta leyendo en la cama "Los Miserables" y te las deseas para seguir sujetando el volúmen mientras miras de reojo "Plegarias Atendidas"?