domingo, 24 de junio de 2007



La Revolución.

"En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.

Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.

La novedad volvió a animarme y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.

Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.

Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una
habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo... Ah, si no fuera por ese "cierto tiempo". Para ser breve, el armario dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar esos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.

Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomomdidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez "cierto tiempo" también se mostró impotente.
Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que, al contrario, cada vez era más conciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.

De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté mas. Salí del armario y me metí en la cama.

Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario contra la pared y la mesa en medio porque el armario me molestaba.

Ahora la cama está de nuevo aquí el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fuí revolucionario."

Slawomir Mrozek.

Me gusta pensar que Polonia es un dormitorio en el que uno se aburre fácilmente porque si no hubiera cambiado tantas veces sus fronteras, estoy casi segura de que Mrozek, no hubiese escrito este cuento. De vez en cuando lo leo y pienso: "No, ese cuarto no es Polonia, ese cuarto es su cabeza", porque escribir se reduce a eso: a poner algo aquí y cambiar algo allá. También quitas mucho o pruebas cosas extrañas como poner un armario en medio, y piensas "Uaaahhh, seguro que esto no se ha hecho antes..." hasta que te cansas de dormir de pie y acabas volviendo a la situación del principio. A lo mejor, la mesa está un poco más aquí pero has tenido que desmontar toda tu habitación para darte cuenta de que... cielos, ése era el orden correcto! Bueno, esto sucede en el mejor de los casos; en el peor, ni siquiera eres capaz de devolver las cosas a su estado inicial, porque con tanto movimiento uno empieza a dudar de que aquello fuese realmente una habitación. Entonces sólo quiere salir de ahí. Y sí..., es una pérdida de tiempo. Y sí... uno se siente un tanto idiota. Espero que aún sabiéndolo, este cuento nunca deje de gustarme!

6 comentarios:

Por la tangente dijo...

X cierto, ¿será este cuento uno de los más citados en los blogs literarios??? Bajón...

Anónimo dijo...

¡Qué lo sea! yo no lo conocía.
Cambiar las cosas de sitio no sirve de nada pero ayuda mucho.

Anaberrrrrrrrr dijo...

mola! tu blogblog se está animando
yearrrr!

Anónimo dijo...

Al pelo que me viene hoy este "trozo".
Gracias, señorita.

Anónimo dijo...

Qué pena que en Polonia ahora se cuenten otros cuentos, que son más de miedo que otra cosa:

Había una vez un país que lo gobernaban 2 gemelos malos malísimos y donde si eras un teletubi morado te ponían un triángulo en la solapa y te esperaba un futuro incierto...

Me ha dao política hoy, I'm sorry.

Ferran Esteve dijo...

Mmm... me parece un cuento reaccionario en toda la amplitud de la palabra, pero hay que reconocer que da que pensar