viernes, 28 de febrero de 2014

Mi guiño a Ana María Moix.

Ana María Moix. Imagino que durante los próximos días, muchos de sus viejos amigos escribirán sobre ella y otra vez se hablará de la Gauche Divine, a costa de esa obra literaria de la que alguna/os hemos aprendido tanto. Dudo que se mencione que una de sus facetas más queridas fue prestar oído y tiempo a quienes estábamos empezando. Y de esto sí que puedo decir algo. ¡Quiero hacerlo! Ana ha sido una mentora para mí. Conociéndola, sé que ella no estaría muy a gusto con esta palabra. Mentora. Recuerdo que no hace mucho, sabiendo que iba a enfrentarme por primera vez al mundo editorial sin demasiado éxito, me mandó un mail.  “Paciencia. Y si hace falta, diles que eres mi hermana”. Desde el primer encuentro sentí a la persona y luego a la escritora. Pese a sus conocimientos y experiencia nunca quiso soltarme un discurso aleccionador sobre lo que es o debería ser la literatura (como es habitual en este mundo...) Quizás porque para ella era algo tan complejo y vivo como lo son las relaciones humanas. Jamás le saqué una teoría. Siempre fueron preguntas, apuntes, sugerencias escritas al margen que luego comentábamos. Se preocupó mucho de no invadir mi espacio, de darme el derecho y la libertad de equivocarme. Si alguna vez le pedí que me machacara, prefirió llevarme por el camino difícil, el de “te lo ha de pedir el texto, no yo o el lector”. Vamos, que la feina bruta era cosa mía. Su calidez consistía en reconocer la soledad de todo esto y en detectar muy rápido cuando se abría una brecha interesante o íbamos directas al callejón sin salida. Alguna vez me dijo “vigila los cierres” y hasta dejó caer una frase martillo... “Esto no está escrito, está descrito”. Me acompaña siempre, incluso a pesar suyo. Por lo demás, si pasaba demasiado tiempo sin darle noticias, me pegaba un toque. A veces, la avasallaba con teorías absurdas sobre mí misma. Le dije que había empezado a leer demasiado tarde, que me pesaba el cine..., a lo que ella me contestaba: ¿Y? ¿Cuál es le problema? Sabía distinguir muy bien la dificultad de la excusa. De hecho, a su lado, la carca solía ser yo... lo que no deja de ser raro siendo tan tímida. Admito que hasta me costó hacerme a su timidez aunque con el tiempo aprendí a valorarla. De hecho, lo que más aprecio de ella es que me enseñara a escuchar de otra manera. No sé si algún día podré devolvérselo pero, en cualquier caso, a mí me dio una lección tremenda. La echaré mucho de menos. La echaremos de menos. ¡Ana!

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=5B_VKOfDO4U

22M haciendo estructura