miércoles, 11 de septiembre de 2013

Primera impresión

No tengo nombre. Volver al blog con un post de media tinta pero es que por fin, oh! por fin, me he animado con Roberto Bolaño, ese autor que tanto se me ha recomendado y con el que sorprendo a algunos porque "no, aún no lo he leído". Empecé con Sensini y me pareció simpático que abordara la escritura desde los concursos literarios, aunque su estilo en sí no me destroza (Céline, Woolf) ni me parece como hecho de otro mundo (Yourcenar, Walser). Es más, me cuesta muy poco imaginarme a este tipo escribiendo con tomates en los calcetines. Ahora estoy con Los Detectives. Llevo 100 páginas y exceptuando el fragmento que viene a continuación (con el que me he reído bastante pues soy propensa a reinventar toponimias y tipologías), puedo decir que me parece muy entretenido. Eso ya es bastante... pero, en fin, igual necesita 600 páginas para hacerme cambiar de opinión. ¿Tan inmenso os parece?

UN TROZO DE MARICONES, MARICAS, MARIQUITAS, LOCAS Y BUJARRONES.

"Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran las de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.
–En nuestra lengua, claro está –aclaró–; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.
 Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas. De hecho la poesía mexicana carecía de poetas maricones, aunque algún optimista pudiera pensar que allí estaba López Velarde o Efraín Huerta. Maricas, en cambio, abundaban, desde el matón (aunque por un segundo yo escuché mafioso) Díaz Mirón hasta el conspicuo Homero Aridjis. Debíamos remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar a un poeta de verdad, es decir a un poeta maricón, y no a un fileno como el ahora famoso y reivindicado potosino Manuel José Othón, un pesado donde los haya." Etc, etc.
 

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