martes, 9 de diciembre de 2008

The Last Picture Show



Este artículo aparece publicado hoy en el suplemento Culturas de La Vanguardia. Lo escribí en verano pero tuvimos un problema con las imágenes...

En 1896 se proyectó por primera vez “La llegada del tren a la estación de Ciotat”, corto de los hermanos Lumière que conmocionó al público. Según un cronista de la época, quien no se tiraba al suelo, gritaba o se tapaba los ojos con las manos ante el temor de verse arrollado por un ferrocarril. Aunque quizá se exagerara dicha reacción, lo cierto es que desde entonces, el cine ha despertado una fascinación muy dispar:ya sea como representación o “asíntota de la realidad” (André Bazin), como método de evasión y, por supuesto, como instrumento para movilizar a las masas. Tanto es así que según el cronista ruso Ilya Ehrenburg (“La fábrica de sueños”), en los primeros días de la industria, la garantía del éxito no dependía de la calidad de la película sino del número de salas en las que pudiera exhibirse. Y es que desde sus orígenes, el cine ha sido un invento popular, ese lugar en el que se cobijaba la clase media mientras Europa se descosía en plena Guerra Mundial. Pero si hoy en día la distribución sigue siendo lo importante, las cosas han cambiado. Ir al cine ya no constituye en sí, una experiencia. Ahora que la piratería está al orden del día (Top manta, Internet), llenar el box office exige un esfuerzo extra.
Eso mismo debieron pensar la pareja formada por Tim y Karrie League cuando en 1997, abrieron las puertas del Alamo Drafthouse. De entrada, llama la atención que sea precisamente en Texas donde se ubique una sala cuyo objetivo es recuperar “la emoción de ir al cine”, pues es en Texas donde se ambienta “La última película” (Peter Bogdanovich), film de iniciación en las que unos jóvenes viven en torno a un cine polvoriento que está a punto de cerrar sus puertas con la llegada de la televisión. Tim League, sin embargo, afirma: “Creo que mientras las sesiones sean un experiencia divertida, asequible e imposible de repetir en el salón de tu casa, siempre habrá sitio para lugares así”. De hecho, lo que empezó siendo un cine, ya se ha convertido en una cadena. Pero, ¿qué tienen de singular los Alamo?
El realizador Nacho Vigalondo, que viajó hasta ahí para presentar “Los Cronocrímenes”, nos da algunas pistas. Según nos cuenta, “a simple vista, los Alamo Drafthouse recuerdan a las salas clásicas, con sus butacas y cortinas rojas. En frente de cada fila hay una barra de madera con una carta en la que puede leerse un menú y las instrucciones de pedido. El olor es inconfundible. El ambiente y la calidad de la proyección también son increíbles, y luego está la programación”. A las reposiciones de clásicos de los ochenta, cine asiático y films independientes de difícil distribución, se suman otra clase de eventos. En las “Foleyvison”, por ejemplo, se proyectan películas dobladas en directo; durante los “Pancake Shows” un grupo de humoristas destripan micro en mano proezas como “Titanic”; y en los pases “Sing Along…” uno puede ver a un público ya adulto disfrazado de monja o trozo de sierra alpina, entonando a pleno pulmón el –do-re-mí- de “Sonrisas y lágrimas”.
Está por ver si el montaje que se genera alrededor de cada sesión no resta importancia a la película. En cualquier caso, en los Alamo lo que se busca es satisfacer el apetito del cinéfago, es decir, de aquel que disfruta tanto de clásicos como de bodrios de serie B porque no reniega del cine como puro entretenimiento. Para los cinéfilos ¡ya existen las Filmotecas! “Nuestro objetivo es que el espectador se vea plenamente inmerso en la película”-añade Tim League. Y este sentido destaca “el pase que hicimos de “Tiburón”. Acabamos con toda la audiencia en el agua y una serie de buzos merodeando bajos sus pies… También proyectamos “Terremoto” con un subwoofer adicional de 50,000 watios, y “El descenso” en una gruta, por la que luego hicimos un tour.” Esto último forma parte del los “Rolling Road Shows”, sin duda, el plato fuerte de la casa. Se trata de proyectar películas en los lugares en los que se rodaron, de volver a “la escena del crimen”. Los más afortunados ya han podido ver “Encuentros en la Tercera Fase” en la Torre de diablo, “Con la muerte en lo talones” en el monte Rushmore y “El resplandor” en el Hotel Santley de Colorado. Para colmo, a principios de junio, el equipo se trasladó a Almería para proyectar “la trilogía del dólar” de Sergio Leone. “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”, son de mis películas favoritas y sus localizaciones son tan icónicas…-afirma League- Yo las considero como un personaje más en la trama. Además, apenas han cambiado con los años.” Lo cual es una buena noticia, sobre todo si tenemos en cuenta lo que una vez escribió André Bazin sobre el cine, ese “medio perenne en el cual el hombre continúa la lucha contra la muerte, contra lo que se acaba, contra lo que tiende a desaparecer.”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A la gente que le gusta el cine, le gusta ir al cine no al circo

Por la tangente dijo...

JA JA JA. Tu siempre tan contundente.

Christine Sixteen dijo...

El cine es un acto cultural. O ERA un acto cultural.
O a lo mejor nunca ha sido un acto cultural y yo quiero que lo sea.
Cuando era pequeña la gente aplaudía cuando terminaba la película, ya no se hace, y por qué no?!
Yo apludí a rabiar en el estreno de "Indiana Jones y La última cruzada", y quise aplaudir el año pasado al final de "Irina Palm".

La gente va a la ópera y no come ahí, o habla por el móvil o con su acompañante a gritos.

Ahora ocurre constantemente. Voy al cine todas las semanas y salgo con una úlcera en el estómago.
Me peleo con media sala, con los acomodadores que no cumplen con su trabajo, con el del maldito aire acondicionado que quiere que volvamos a la edad de hielo.
Me hace parecer una mujer vieja y protestona...
Estoy a favor de la subida del precio de la entrada, la quiero más cara! Así irán menos indeseables.

Aaaah, las salas de cine están en peligro de extinción.
Salas de terciopelo rojo, butacas incómodas y con olor a palomitas rancias.

El texto, muy bueno, habrá que pasarse por los Alamo Drafthouse.

Sí, viva Bogdanovich!

te he hecho un cd dijo...

que miedo ver el Resplandor donde se rodó... también había olas de sangre bajando en ascensor? glups.